lunes, 13 de diciembre de 2010

La Odisea Espacial de Baruc

Una experimentación genética escrita en el 600 a.c.
Por el Dr. Malanga


Leyendo algunos pasajes de los textos apocrifos del Antiguo Testamento, resulta claro que los alienígenas han estado acompañando al ser humano desde el principio... y el abducido rendirá gloria a Dios....

Existen importantes estudios sobre las antiguas escrituras que examinan la posibilidad de que los alienígenas hayan visitado nuestro mundo antes de que nosotros estuviésemos en grado de percatarnos o al menos, antes de que los historiadores escribiesen la historia como la conocemos ahora.

Religiones construidas a medida, mundos científicos basados en una ausencia total de
alienígenas, tradiciones y textos antiguos purgados de historias extrañas que puedan
hacer pensar que las cosas no fueron como se cuentan; y los testimonios antiguos estan ahí, firmes, a la espera de ser interpretados.

Pero cuidado con decir que la civilización egipcia podría haber tenido algo que ver con interferencias alienígenas, cuidado al mantener que en América latina, en la península de Yucatán, las razas precolombinas tenían un extraño conocimiento de naturaleza extremadamente sofisticada referente a las posiciones de las estrellas en nuestro firmamento.

Cuidado al nombrar las antiguas leyendas irlandesas que hablan de los dioses que
venían del espacio, los cuales enseñaban a los terrestres las artes más banales, como el cultivo de cereales o la construcción de acueductos.

¿Son hijos de las estrellas los ángeles a los que se refiere el sexto capítulo del libro etíope de Enoch, cuando habla de una raza de Vigilantes, destruida por Dios con el diluvio?

Los progenitores de esta misma raza, los ángeles caídos (pero nosotros diremos disidentes) serán entonces relegados a una prisión espacial hecha de nueve estrellas brillantísimas.

No es casualidad que el libro de Enoc (1) sea considerado apócrifo, porque, verdadero o falso que sea, tiene un contenido embarazoso para la iglesia católica. Es creíble que los traductores oficiales hayan estado influenciados de su cultura al traducir y descodificar el texto; de hecho, es la rueda de la historia la que lleva al hombre a interpretar los eventos que lo rodean a su favor y, obviamente, en contra de sus adversarios políticos, militares y religiosos.

Sin embargo, aún existen obras que, una vez traducidas, son claras en sus contenidos y simbolismos.


DEL APOCALIPSIS APÓCRIFO...

Leyendo algunos pasajes de los textos apócrifos del Antiguo Testamento, las cosas aparecen justo como la historia oficial no quiere admitir, es decir, que los alienígenas no sólo sí existen, sino que ¡siempre han existido!

Este es el caso del Apocalipsis apócrifo del profeta Baruk, el cual, «...llorando sobre la prisión de Jerusalem, estaba en el rio Kibrón, cuando también Abimelec fue salvado de la mano de Dios en las tierras de Agrippa. Él se sentaba cerca de las bellísimas puertas donde estaba el Santo de los Santos...».

Así inicia la narración de Baruc, al cual, mientras se preguntaba por qué Dios permitía al rey Nabucodonosor invadir su ciudad, se le apareció un angel enviado del Señor para mostrarle los misterios del Cosmos.

«...Vamos —dice al angel— te enseñaré los secretos de Dios...».
La siguiente historia es increíble: de sabor mas bien contactístico.

Baruc es el Kenneth Arnold de hace 2.600 años. Baruk ve coches voladores, satélites artificiales y razas alienígenas, pero dejemos a él la palabra....


EL PRIMER CIELO

«Él me conduce donde el cielo es fortificado y donde había un río que ninguno podía cruzar... después me conduce al primer cielo, donde existía una puerta grande e imponente, y me dice:

—Atravesémosla.

Y entramos como llevados por alas recorriendo un trayecto de unos treinta días de viaje. Y me indica una llanura en el cielo. Sobre ella habitaban hombres con el rostro de niños; otros tenían cuernos como ciervos, y otros pies como los de las cabras y caderas como las de los corderos...».
Baruc pregunta quiénes son estas entidades y el ángel le dice que se trata de aquellos que querían construir la Torre de Babel y que no gustaban a Dios, y entonces han sido relegados en esta extraña llanura.

La interpretación del pasaje es importante.

Baruc ve diversos personajes, entre los cuales incluso seres similes a niños: ¿de qué se trata, de criaturas pequeñas o macrocefáleas? Otros seres tienen movimientos
diferentes de los nuestros. ¿Qué son las alas que portan a Baruc a cruzar la extraña
puerta que le conduce al primer cielo? (nosotros diríamos hoy en la primera órbita, ya que el Sol ocupa el tercer cielo de esta historia).


EL SEGUNDO CIELO

«Después el ángel me prendió y me llevó al segundo cielo y me indicó también aquí una puerta parecida a la primera y me dice:

—Atravesémosla.

La atravesamos y recorremos, llevados por alas, un trayecto de camino de cerca de sesenta días».
Aquí son de verdad alas las que portan a Baruc, volando hacia otra llanura. Baruc describe las cosas con los términos que conoce: un lugar plano en el espacio, llamado «llanura», donde alguno vive, y una cosa que vuela, tiene alas y parece un pájaro. Aquí Baruk ve otros alienígenas que tienen el rostro de perro, y pies de ciervos y tambien estos (diferentes razas) tenían algo que ver con la construcción de la Torre de Babel, de hecho habían sido los diseñadores.

El ángel explica que aquellos seres habían construido una gran torre para alcanzar a Dios y, con un gran taladro, habían perforado el cielo para ver qué había al otro lado. Dios, airado, los confundió y los dispersó. ¿Son alegorías de máquinas voladoras, o se trata de algo contrario a los intereses de aquel Dios creador que apuntaba probablemente al dominio total de aquel teatro estelar?


EL TERCER CIELO

«Y yo, Baruc, dije:

—Entonces, Oh Señor, me has hecho ver cosas grandes y maravillosas...

Y el ángel me dice:

—Vamos, entremos. Y yo, con el ángel, proseguí en aquel lugar por un
trayecto de cerca de ciento ochenta y cinco días de camino».
Aquí están, descripciones clarísimas que no necesitan de una interpretación subjetiva.

«Y él me mostró una llanura y una serpiente de cerca de ciento ochenta pletri (cerca de seis kilómetros), y me mostró el infierno cuyo aspecto era oscuro y horrible».
El infierno es, por lo tanto, oscuridad y en el infierno hay una máquina (?) de seis kilómetros de largo. En el tercer cielo, dentro de poco, encontraremos el Sol, así que estamos en el Espacio. Baruc pregunta al ángel particularidades sobre el infierno y sobre el dragón de seis kilómetros que bebe un brazo de mar sin que éste se consuma. Al mar se le entiende tambien como espacio profundo. El dragón se come el espacio, pero no lo consume, se nutre pero lo devuelve.

«—Te hago aún una pregunta, Señor: Como me has dicho que el dragón bebe un brazo de mar, así dime también cómo es de grande su vientre...

Y el ángel respondió:

—Su vientre es el infierno y es tan grande como un balón de plomo hecho por trecientos hombres».
El profeta nos devuelve la idea de una máquina, el dragón, que tiene en su interior algo que absorve el infierno, el espacio profundo, pero que no lo consume, y que es su motor, su vientre, grande como un balón.

Entiendo poco de agujeros negros y de otras singularidades espaciales, pero esta parece justo la descripción de un agujero negro en el interior de la máquina voladora.

«El ángel me prendió y me llevó allí donde sale el Sol y me enseñó un carro con cuatro ruedas, bajo el que ardía el fuego, sobre el carro había un hombre que llevaba una corona de fuego. El carro lo movían cuarenta ángeles».
¿Es acaso la máquina que, para algunos, ha llevado a Ezequiel al Espacio?

Pero ahora viene lo mejor....

«Y entonces un pájaro volaba veloz en torno al Sol, y yo le pregunté al ángel:

—¿Qué es aquel pájaro?

El me respondió:

—Es el guardián del horizonte.

Y yo pregunté:

—Cuéntame más.

Y el ángel me dijo:

—Este pájaro corre alrededor del Sol, y cuando extiende las alas intercepta sus rayos, que son como el fuego. Si, por el contrario, no fuesen interceptados, no podrían existir ni los seres humanos ni ningún otro ser viviente, pero Dios ha hecho lo que debía con este pájaro.

Y aquel extendió sus alas y yo vi sobre su ala derecha algunas letras enormes, tan grandes como el espacio que ocupa un area que pueda contener cuatro mil batidos. Y eran letras de oro, y el ángel me dijo:

—Lee.

Y yo leí y decían así: "No me produjeron ni en la Tierra ni en el cielo, me produjeron las alas de fuego"».
Detengámonos en la descripción que Baruc hace de este pájaro que posee alas que son paneles solares o cualquier cosa similar. Hay incluso, sobre las alas extendibles, clásicas de algunos de nuestros satélites, la marca de fábrica estampada en letras de oro que parece decir «no soy terrestre». Los ángeles llaman a su satélite «el guardián del horizonte», como ocurre con nuestros satélites llamados «Pájaro de la mañana» o «Intruso».

En seguida se hablará de esta máquina espacial como del mítico Fénix.

«...y el ángel dijo:

—¡Escúchame, Baruc! Todo lo que te he enseñado está en el primer y en el segundo cielo, mientras que en el tercer cielo está el Sol, pero ahora atiende y verás la gloria del Señor.

Mientras hablaba con él, veo el pájaro, que aparece frente a mí y crece cada vez más y al final es completamente visible y detrás de él veo el Sol brillar. Y con él los ángeles que lo arrastran y una corona brillante, una imagen que no podemos mirar fijamente. Al mismo tiempo que el Sol brillaba y el Fénix extendía sus alas, yo huí sorprendido, pero el ángel me dijo:

—No temas, Baruc, y podrás ver también su atardecer».
Parece evidente que la llamada «Gloria del Señor» no es otra cosa que una gran máquina voladora, empujada por un motor que produce mucha luz, tanta como para impedir el mirarla directamente. Baruc es llevado a Occidente, donde esta vez asiste al fenómeno del Fénix que se acerca de nuevo hacia él y que, apenas cruzada la zona en sombra (estamos en órbita alrededor de la Tierra) recoge sus alas (los paneles solares) y algunos ángeles van a quitar la ardiente corona de su cabeza.

El ángel, de hecho, explica que la corona está sucia y debe ser cambiada todos los días, porque está infectada con ciertos rayos. (¿Cósmicos?)

Después a Baruc le muestran la Luna (Parece que está asistiendo a un tour espacial de la Nasa).


EL CUARTO CIELO

«El ángel me condujo al cuarto cielo y yo vi una llanura uniforme, y en el medio, un estanque lleno de agua. Y había una gran cantidad de pájaros de todo tipo, pero no eran parecidos al de la Tierra (obviamente - nda). Pero vi una grúa de las dimensiones de una gran ternera y yo le pregunté al ángel:

—¿Qué llanura es ésta, y qué es éste estanque, y ésta gran cantidad de pájaros que están alrededor?

El ángel respondió:

—Escúchame Baruc, la llanura que rodea el estanque y todas las otras cosas extraordinarias, son el lugar donde las almas de los justos van cuando se reunen para vivir juntos en grupo. El agua, luego, es la que reciben las nubes para hacerla llover sobre la Tierra (¿Vapor?). Y los pájaros son los que cantan continuamente las alabanzas al Señor. (¿Otros satélites artificiales para las telecomunicaciones?).

—Oh, Señor, ¿cómo pueden decir los hombres que el agua que llueve sobre la Tierra
proviene del mar?

Y el ángel me dijo:

—El agua de la lluvia proviene del mar y de las aguas que están en la Tierra. En cambio, la que hace crecer los frutos proviene sólo de ésta de aquí. Sabe, además, que de esa proviene también aquella rociada del cielo».
En este lugar, entonces, hay un agua particular, que no es agua, sino una extraña linfa vital, una corriente que mantiene en vida a las almas justas (veremos dentro de poco que se entiende por justas). Si este lugar no fuese así de tecnológico, se podría decir que estamos en un paraíso extraterrestre.


EL QUINTO CIELO

«El ángel me portó de allí y me condujo a un quinto cielo. La puerta estaba cerrada. Dije:

—¡Oh, Señor! ¿No se abrirá esta puerta para que podamos atravesarla?

Y el ángel me dijo:

—Nosotros no podremos avanzar hasta que llegue Miguel, que tiene las llaves del reino de los Cielos, pero tú atiende y podrás ver la Gloria del señor. Y se escuchó un violento estruendo».
La «Gloria de Dios» se manifiesta con un fuerte ruido y Miguel desciende para acoger las plegarias de los hombres. Se dirige la atención sobre algo que desciende pero, si estuviésemos en el espacio abierto, esto no tendría significado, pues allí no existe un alto y un bajo: en el espacio todo es relativo. Pero quien ve y describe las cosas tiene un punto de apoyo, una gravedad artificial. Otra particularidad interesante es la presencia de ruido. En el espacio, el sonido no se puede propagar: si se percibe ruido, debe ser en una habitación cerrada y separada del espacio profundo y ésta debe estar llena de fluído, una atmósfera que permite que las ondas sonoras de sonido se propaguen. Y también más allá de la puerta debe haber atmósfera, de otra forma, no se sentiría el estruendo producido por la llegada de Miguel. No es, de hecho, la puerta que se abre la que hace ruido, sino algo que se mueve dentro de ella.

«Y entonces se siente una voz. ¡Se abren las puertas! Y se oye un ruido fuerte y estridente como el estruendo del trueno y viene Miguel, y el ángel que me acompañaba fue a su encuentro».
El ángel acompañador parece subalterno de Miguel que ha venido a recoger cestos llenos de flores que han recogido de los justos. Estas flores son los sufrimientos de los justos. Se descubre que hay otros ángeles que, sin embargo, no han recogido nada, porque los hombres a los que cuidaban para quitarles el sufrimiento, no eran justos, y han quedado con las manos vacías. Miguel tiene una cacerola muy grande.... «profunda como la distancia entre el cielo y la Tierra, y tan ancha como la distancia entre norte y sur», donde mete las cosas que le quitan a los justos.

¿Justos en qué sentido?

¿Hacen cosas justas? ¿Son físicamente justos a nivel biogenético?

A un cierto punto de la narración, Miguel vuelve detrás de la puerta, que se cierra y se escucha el insólito estruendo. Y Miguel va a consultarle a Dios para saber qué hacer con los hombres de los que no ha sacado nada. Después el arcángel desciende de nuevo del quinto cielo, se abre la puerta y los hombres serán conservados y cuidados como aquellos que son semijustos y se espera que, con el tiempo, mejoren. Pero aquellos que no son justos serán eliminados con los peores métodos, entre los que están las guerras, la carestía y las epidemias.

¿Sería, entonces, una elección genética la que practicaba Miguel, contada como una
elección basada en la bondad? No se trataría entonces de bondad de ánimo, sino de
bondad genética. Existirían hombres buenos, porque tenían frutos que Miguel lleva ante Dios, dentro de esta extraña cacerola tan grande (¿un OVNI?), y los hombres no aptos, con el tiempo deberan ser eliminados. Si esto no se llama «racismo exobiológico», entonces, ¿qué otra cosa es?

Baruc ha visto todo, y el ángel le acompaña a la Tierra.

«Cuando volví de nuevo en mí...». Continúa la historia, el abducido Baruc glorifica a Dios.

La expresión «cuando volví de nuevo en mí» hace pensar en el estado de confusión de los abducidos al final de la experiencia, mientras que suponer que Baruc haya soñado, y que todo lo que cuenta sea producto de su imaginación, parece poco probable, dada la exacta técnica de algunas particularidades descritas, con las palabras de un hombre que no había visto nunca máquinas voladoras, alienígenas o no.

Mi interpretación del texto no debe parecer forzada. Quiero, sobretodo, evidenciar el
mecanismo de interpretación histórica, es decir, relativo al momento histórico en el que tiene lugar, en cuanto depende de los prerrequisitos que los intérpretes poseen.

Así, este texto, interpretado hace cien años, habría sido visto como una visión mística de Baruc, pero en el 2.000, conociendo los satélites artificiales, comprendiendo parcialmente el problema OVNI, tras la experiencia de los abducidos... es obligada una interpretación alternativa.


MORALEJA DE LA FÁBULA

Tal como están las cosas, nos encontramos frente a otra confirmación de la
experimentación genética que una raza alienígena, tal vez nuestros creadores, está
llevando a cabo con nosotros desde hace cientos o miles de años... y el dilema es:

a) ¿Esperar ser biológicamente no aptos para los alienígenas, y entonces ser eliminados por parte su racismo exobiológico?

b) ¿Esperar ser aptos a nuestros creadores, y entonces subir a nuestra insabida
abducción, y estar contentos?

A vosotros la elección....


Bibliografía:
(1) E. Jucci, «Los Apócrifos: otra Biblia que no fue escrita por Dios», Ed. Piemme. Casale, Monferrato (1992) (Edición en italiano).
(2) E. Coarer-Kalondan, Gwezenn-Dana, «Los Celtas y los Extraterrestres», Ed. Marabout, Verviers (1975) (Edición en francés).

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